NEGOCIOS: OPORTUNIDADES EN ENERGIA
Aunque los datos no son uniformes, la Agencia Internacional de la Energía (IEA) estima que en los próximos 25 años la demanda global de energía aumentará un 37%. Una proporción creciente de esa energía procederá de fuentes renovables, lo que requerirá inversiones ingentes. Solo en el conjunto de la OCDE, la inversión necesaria para que el 24% de la energía que se consuma en 2040 proceda de fuentes renovables (no hidrológicas) se estima en unos 8 T$.
El debate sobre la energía gira alrededor de dos grandes temas: el incremento de la demanda global y la consiguiente potencial escasez de las fuentes actuales, y el impacto negativo en el medio ambiente de las formas de producción hoy económicamente más rentables. Como consecuencia, se requiere un mayor foco en la mejora de la eficiencia energética (en las formas de producción y consumo actuales), así como el desarrollo de nuevas tecnologías que definan nuevas formas de producción y distribución para el futuro.
Sobre el calentamiento global, una de las predicciones más plausibles de la IEA supone un aumento global de cuatro grados de la temperatura del planeta para el año 2100. Para frenarlo, la inversión necesaria para la “decarbonización” de las futuras formas de generación de energía (reducción en la dependencia de combustibles fósiles y reducción en la emisión de CO2) se estima en el orden de los 44 T$.
La IEA espera que, a nivel global, las energías renovables generen el 25% del total de la producción en 2018 (mientras que en 2011 era del 20%). Ello permitiría acercarnos al escenario 2DS (two degrees scenario): conseguir un aumento de la temperatura del planeta de solo dos grados para 2050.
La alternativa más asequible consiste en combinar mejoras sustanciales en eficiencia energética en la producción, distribución y consumo con la explotación de nuevas fuentes renovables, y la explotación del potencial de fuentes emergentes como el gas de esquistos (shale gas). Así, por ejemplo, la inversión global en “energía limpia” (clean energy) se incrementó un 17% en 2014, alcanzando una cifra de 270 B$.
La tecnología de distribución experimentará transformaciones notables, ya sea a través de la interconexión inteligente de las redes (nacionales y transnacionales), o del mejor análisis y uso de los datos generados en la oferta y demanda de energía. Es en este sentido que podemos decir que el futuro de la energía reside en los servicios inteligentes de energía (smart energy).
No hay consenso sobre la escasez de los hidrocarburos disponibles en el planeta. Algunos consideran que no llegará el peak oil (momento en el que se alcanza el máximo en la disponibilidad de combustibles fósiles en el planeta), ni tampoco el peak technology (el culmen de las tecnologías capaces de extraerlos en condiciones cada vez más complejas).
Donde sí se esperan claramente disrupciones (breakthroughs) en tecnología es en la generación de renovables, en el almacenamiento de energía (baterías y otros mecanismos) y en la captura del CO2 para reducir su impacto en el cambio climático. Hay una gran presión en este campo, dado que se prevé que muchas de las centrales nucleares existentes tendrán que cerrar (por presión popular) en las próximas décadas y es poco probable que esta forma de producción de energía vuelva a ser relevante en el futuro.
Las renovables están creciendo porque sus condiciones económicas están mejorando: aumenta la eficiencia en la producción mientras que disminuye su coste de producción (así como el coste de la inversión en plantas). Así, se estima que en 2020 la energía solar será totalmente competitiva con los combustibles convencionales. La energía eólica ya lo es.
La caída reciente en el precio de los combustibles fósiles aporta poco estímulo a la transición hacia una economía “baja en emisión de carbono”. De todas formas, algunos países toman decisiones firmes en favor de las energías renovables, como la decisión de Alemania de abandonar totalmente la energía nuclear en 2020 (energiewende), el reencuentro de Japón con la energía solar tras la catástrofe de Fukushima o la inversión creciente de China en eólica (ya se han instalado la mitad de los 200 GW previstos en energía eólica para el año 2020).
La proliferación de objetos conectados a la Internet de las cosas (que se estima en el rango de los miles de millones de objetos en 2050) tendrá como consecuencia un nada trivial aumento del consumo de energía.
Ver enlaces en el texto. De nuestro proyecto: CEDE Now is Next